Las letras de Leonardo Padura como resultado de su realidad social

sábado, marzo 12, 2016
 El ganador del Princesa de Asturias de 2015, conversó sobre sus orígenes, los problemas sociales de Cuba, de su falta de imaginación y de su sensibilidad (Ricardo Alcaraz / Diálogo).

Nació en Cuba, se graduó como literato, se ha convertido en escritor y practicó el periodismo por cuestiones del destino. Con más de una decena de libros ha logrado el prestigio literario que posee y con sus sincretismo masón-católico se ha convertido en el humano sensible ante los problemas sociales. 

Leonardo Padura Fuentes conversó, ayer, en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico sobre La novela policiaca: 25 años con Mario Conde. La escritora boricua, Mayra Santos Febres, fungió como moderadora del conversatorio con una sola misión: “escudriñar en la mente de Padura”, así lo aseguró la autora de La amante de Gardel, quien paseó al ganador del premio Princesa de Asturias de 2015, por sus orígenes, la sociedad cubana, de su falta de imaginación y sus inspiraciones. 

Tras recibir su aplauso de acogida, Padura comenzó simpatizando con los presentes, “Para mí, venir a Puerto Rico siempre es una fiesta. Es uno de los lugares del mundo donde no me siento en el extranjero”, dijo con una gran sonrisa en su rostro.

Padura, quien nació en la Habana en 1955, contó que siempre anheló ser pelotero. Tras su resignación al deporte, decide estudiar periodismo, “pero el hombre propone y el sistema socialista dispone”, declaró y el público no pudo contener la risa. El año que decidió entrar a la universidad, cerraron la escuela de periodismo. Entonces, pidió la carrera de historia del arte, pero por gracia o desgracia, también decidieron cerrarla ese año. No quedó de otra, solicitó a literatura “por tres fracasos consecutivos”, mencionó y el público volvió a reír. 

“Era el menos leído, el más inculto de todo el grupo”, confesó Padura, pues llegaba a la universidad sin haber hecho las lecturas de los libros requeridos para el grado. Por tanto, aseguró que tuvo que realizar dos carreras: la académica y la de las lecturas. Pero para este hombre, nada era imposible, pues el deporte del béisbol le suscitó un espíritu de competitividad que lo hizo triunfar. 

Obtuvo su título y fue empleado en el Caimán Barbudo -revista literaria-, de la cual es expulsado por sus ideologías políticas. De esta manera, lo envían a un periódico vespertino como castigo. “Me tuve que hacer periodista, haciendo periodismo”, apuntó el literato y añadió que fue escogido para reformar el diario. Así, le ofrecieron lo envidiable por todo periodista: tiempo, espacio y libertad. 

Por ende, los escritos de Padura navegan entre la literatura y el periodismo, por su innegable vocación como reportero. En este campo, se destacó por un reportaje en el que investigó sobre un pueblo que hoy no existe, allí solo se encontró con un cementerio y una lápida que leía: Cándido Lutero. Con el uso de recursos literarios, el muerto fue quien le contó la historia de 115 años de la desaparecida aldea. 

Según Santos Febres, “el deporte enseña la disciplina del trabajo constante”, aseveró de Padura. Sin embargo, la escritora puertorriqueña prosiguió a hurgar un poco la llaga, al poner sobre el tintero que en las novelas del cubano siempre hay un cuestionamiento al personaje Mario Conde, ¿por qué no fuiste escritor si era lo que querías?.

La novela policial como respuesta al realismo

El creador de la tetralogía de las Cuatro estaciones -de la cual su protagonista es el detective Mario Conde-, es resultado de una respuesta al estilo del realismo maravilloso que reinaba entre los escritores de la época como Alejo Carpentier, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. 

El realismo maravilloso “fue una expresión necesaria de la literatura latinoamericana para ese periodo”, sentenció Padura y prosiguió “pero se escribió una novela que se llama Cien años de soledad, toma ese concepto y lo coloca en un nivel estético y de popularidad que nunca había tenido […] eso creó una retórica que fue realmente dañina”, apuntó. 

Pero ya para los 80 vine la reacción a este realismo mágico, fue sin más: hablar de la realidad que se estaba viviendo. La emigración a la ciudad, suscitó nuevos problemas como la violencia que a su vez engendró miedo. Además, comienza a emerger la corrupción y la droga, como factores colaterales. “La novela policiaca tenía ahí servida la mesa”, apuntó el guionista de la película Regreso a Ítaca que fue excluida del Festival de la Habana en 2014. 

De esta manera, Padura comienza a estudiar el género, escribió críticas a novelas policiacas para el periódico y le resultaba fascinante. “A mí me gustaba tanto esa novela policiaca que me dije: ‘voy a competir también’”, rememoró el escritor. 

Y ahí, todo cambió. Nació el detective Mario Conde, que no vino realmente a resolver los problemas, sino a darle luz. Pues para este escritor, ganador del Premio Nacional de Literatura en 2012, “La literatura es un reflejo de la realidad, la literatura no es la realidad. La literatura tiene que iluminar la realidad, no explicarla. Para explicarla están los sociólogos, los filósofos, los historiadores”. 

El ganador del Premio Princesa de Asturias dijo que carecía de imaginación (Ricardo Alcaraz / Diálogo)

Padura: poca imaginación y reflejo de su sociedad

De esta manera, Padura se ha encargado de contar lo que ha acontecido en Cuba en los últimos 30 años, pues según él, como escritor posee un grave problema: carece de imaginación. “Al escribir de la realidad, las circunstancias de mi vida en Cuba, de la época, me han llevado a tratar de ser un escritor que exprese las características, condiciones, esperanzas, frustraciones, angustias y anhelos de mi generación”, reveló quien actualmente se encuentra ofreciendo un curso postgraduado en el Recinto riopedrense. 

Esta misma realidad, lo mueve a escribir Los herejes, para hablar del derecho del ser humano a ser libre, de forjar sus propias ilusiones y el derecho a elegir. Anterior a esto, si leemos las novelas de Padura, tenemos siempre una sensación de que los personajes están viviendo una vida equivocada, una que no han escogido, lo que es tema central en su literatura. 

De esta manera, citó a Milan Kundera por su novela La insoportable levedad del ser cuando reza: Vivimos la vida de una forma que ni siquiera es un boceto, pues los bocetos pueden ser ensayos de lo que haremos, la vida es irrepetible, lo que hacemos hoy no tiene manera de arreglarse. 

“En un país como Cuba, donde muchas veces los caminos de las personas son diseñados desde las esferas políticas, desde las desiciones económicas […] valorarlas sería otra discusión”, dijo quien a sus 15 años estaba en un campo de caña, orinándose las manos para que los cayos cicatrizaran. Y no estaba allí porque así lo quiso, sino “porque no podía estar en otro lugar, porque mi sociedad me llevó a estar en ese lugar”, aseguró compungido. 

De la sensibilidad y lo racial 

Cambiando un poco el tema, Santos Febres hizo una intervención para hablar sobre la construcción de los personajes de Padura. Para Santos Febres, Padura tiene la habilidad de “apropiarse de ese espacio íntimo de una persona y hacerla hablar”, para esto tomó de ejemplo la novela El hombre que ama a los perros, y le cuestionó a Padura con su peculiar sentido del humor: “¿tú hablaste con Trotsky alguna vez? Yo sé que está muerto pero ya que tú haces hablar a los muertos…”. 

A esto, Padura contestó simple, “tiene que ver con algunos componentes de la personalidad. Pregúntale a Lucía [su esposa] si existe en el mundo algún ser más obsesivo que yo”. 

Y es que para este cubano, quien también posee nacionalidad española, existen dos claves: la primera, la documentación exhaustiva, la segunda -y la que considera fundamental- “encontrar el punto en el que ese personaje histórico te empieza a hablar al oído”, puntualizó ante un público que no pestañeaba. 

Es por tal razón, que Padura posee una obsesión por los orígenes, los mismos que desde pequeño estuvieron presente en su vida. El letrado recordó que los viernes en su casa ocurría un fenómeno: se juntaban a tomar café, Santiago -quien parecía escocés-, un médico negro y un chino. Lo que le sorprendió siempre al pequeño Padura, fue que entre ellos se hablaban de “hermanos”. 

Esa filosofía fraterna aprendida de la masonería del su padre y la caridad del catolicismo de su madre, son los que Padura trata de representar en sus obras pero si ningún ideal religioso o partidista. “Me crié en un ambiente donde el negro Felices era el negro Felices y todo el mundo le decía negro”, sin ánimo de racismo sino en una armoniosa convivencia. Aunque no negó actitudes racistas en el país cubano. 

De igual manera, resaltó el mal que sufren todos los cubanos -incluyéndole-, “estamos convencidos que somos lo mejor que se ha inventado en la Tierra, que somos lo máximo de lo máximo”, dijo entre las carcajadas del público. 

Por otro lado, al abrirse los micrófonos para preguntas del público, Manolo Febres, preguntó sobre las transformaciones que sufrirá la literatura tras la apertura de Cuba y los nuevos lazos que se forjarán con Estados Unidos. “Yo creo que la literatura de alguna manera tiene que tener una distancia con respecto a los movimientos sociales para poder entenderla, para poder reflejarla”, respondió y añadió a tono de chiste que para estar a la vanguardia, ya está preparando una suceso en la que una estudiante estadounidense se pierde en Cuba. 

Tras la última pregunta, relacionada a su objetivo al escribir Máscaras, Padura contestó: “es una novela que escribí para luchar contra el olvido”. Pues trata de la represión que se vivió en Cuba para los años 70 contra los homosexuales e intelectuales disidentes del régimen. 


“El escritor tiene una responsabilidad con la memoria”, finalizó y se despidió recibiendo un caluroso aplauso por parte de los presentes.

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Original del publicado en Diálogo

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XXII. Casado con la vida y amante de la comida. Boricua. Viajero. Periodista en formación.

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