Nosotros debemos repensar ese estado de pesimismo y pensar que aquí [en Puerto Rico] se ha construido mucho y se ha construido bien. No olvidarnos de lo construido”, Edgardo Rodríguez Juliá. |
Ante las vicisitudes sociales, políticas y económicas que atraviesa el país, llega el Festival de la Palabra a San Juan para generar revolución: una revolución intelectual. Quizá, para pensarnos. Quizá, para reflexionar. Quizá, para entendernos a través de la literatura. Quizás una, o todas a la vez.
Ayer, en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, la intelectualidad se impuso ante los agobios y ante el calor que se aferraba a los cuerpos que se paseaban por las calles de San Juan. La Academia hizo su parte. Y allí, en el salón Tomás Blanco, los temas de las mesas y las ponencias se dedicaron a repensarnos como puertorriqueños, a criticarnos como sociedad e interpretarnos desde unos nuevos prototipos.
A las 10:45, el panel “Nuevos paradigmas de la crítica”, moderado por la profesora de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Zaira Rivera Casellas, echaba un ojo a ciertas lecturas desde un lente distinto.
Por ejemplo, Haley L. Osborn, de la Universidad de Tennessee, en su ponencia: “Cultural Meme Theory and Puerto Rico: The Rising of the Conspirancy Meme”, afirmaba que los memes venían a levantar al puertorriqueño de la supuesta pasividad que le caracteriza.
“Los memes se replican, se adaptan, y hacen mutaciones a través del tiempo por una serie de procesos de la imitación social”, señaló Osborn.
Por su parte, Juan Pablo Rivera con su “Margaro en Barataria: Hobbit boricua”, resaltaba que estas criaturas enanas eran los nuevos jíbaros en la exitosa novela de Juan López Bauzá, la que califica como una reescritura de El Quijote de la Mancha de Cervantes.
“Esas dos figuras juegan papeles similares. Avatares contemporáneos de los personajes cervantinos”, apuntó Rivera. Solo que en Barataria la meta es encontrar el guanín de Agüeybaná II.
Para Rivera, el texto de López Bauzá demuestra que “la cotidianidad puertorriqueña, también puede ser fantástica”, resaltó el ponente de Clark University.
Seguido, Ángel A. Rivera, del Worcester Polytechnic Institute, defendió su postura en “Undead de John Torres o El exquisito cadáver de las intertextualidades”.
Para él, el lector de Undead, se convierte en un zombie. “El zombie se encuentra en todos lados hoy día y representa todas las ansiedades culturales”, apuntó.
– ¿Cuándo van a morir los zombies?, le preguntó su compañero de mesa Juan Pablo Rivera.
– El zombie está presente desde 1930 en Estados Unidos, creo que le queda mucho tiempo de vida al zombie en la literatura, resaltó con gracia.
Afuera, en la Plaza San José, el ambiente estaba tranquilo. Comenzaban a montar las carpas que resguardarían el material de guerra: los libros. Los libreros, unos alegres y otros con caras malhumoradas, preparaban las mesas que adornarían con textos para la venta.
Fuera de esas paredes del centro, construidas en 1832, el ambiente continuaba de la misma manera. Poca gente rondaba las calles capitalinas. El calor hacía estragos. La distancia entre un punto y otro del festival se hacían eternas. La gente lo sabía y hubo aquel que echó de menos los años en que se celebró en el Paseo de la Princesa.
A las 5:00, en el anfiteatro del Museo de Arte e Historia de San Juan, una joven se alzaba con el Premio las Américas, que otorga el Festival de la Palabra, con su primera novela publicada Quema.
Allí, Ariadna Castellarnau habló de las distopías, de la igualdad de género, de las luchas por sobrevivencia en un mundo desmantelado, del tiempo, de la mujer, en fin, habló de su novela y de un reflejo posible del ser humano en su texto.
Así transcurrió el resto de la mañana. El sol azotaba fuerte. Uno que otro grupo de estudiantes se paseaba por el área o caminaban de prisa para llegar al punto designado para su taller, la charla con algún escritor o simplemente para encontrarse con el autobús que los llevaría de regreso a su escuela.
Y el reloj marcó las 3:15 de la tarde. Comenzó el panel “Entre la legitimación y la desautorización: mecanismos discursivos en la literatura puertorriqueña”, de la Universidad del Turabo.
Beatriz Cruz Sotomayor expuso su idea, “Exilio español y cultura editorial: el caso de Puerto Rico”. En ella, destacó a la figura de Federico de Onís quien promovió la participación editorial.
Seguido, le tocó el turno a Lorna Polo Alvarado con su ponencia “La corrupción gubernamental en las columnas de Mayra Montero”, así, destacó en un recorrido por las opiniones publicadas ininterrumpidamente en El Nuevo Día desde hace 25 años, las críticas satíricas y mordaces que realiza a quienes “le han fallado al país”.
De acuerdo con Polo, Montero es “voz fuerte que señala. Lleva un mensaje necesario que desemboca en debatir con seriedad la corrupción rampante”. Así, la ponente destaca que la columnista invita al lector a “rechazar la impunidad”.
Ahora, tomaba la palabra Luz N. Lebrón para leer su discurso, “Luis Rafael Sánchez rompe el contrato con el ELA: una lectura de No llores por nosotros Puerto Rico”.
Según Lebrón, el Estado Libre Asociado se creó con el contrato de esconder lo negro de la historia puertorriqueña, lo que generó “patrones de marginación”. Sin embargo, la ponente destacó a Sánchez quien buscó, a través de sus letras, darle valor a la herencia africana.
Para la académica, Sánchez tiene una “clara consciencia de clase identitaria” de los puertorriqueños porque siempre denunció la realidad del país.
Y el reloj marcó las 3:15 de la tarde. Comenzó el panel “Entre la legitimación y la desautorización: mecanismos discursivos en la literatura puertorriqueña”, de la Universidad del Turabo.
Beatriz Cruz Sotomayor expuso su idea, “Exilio español y cultura editorial: el caso de Puerto Rico”. En ella, destacó a la figura de Federico de Onís quien promovió la participación editorial.
Seguido, le tocó el turno a Lorna Polo Alvarado con su ponencia “La corrupción gubernamental en las columnas de Mayra Montero”, así, destacó en un recorrido por las opiniones publicadas ininterrumpidamente en El Nuevo Día desde hace 25 años, las críticas satíricas y mordaces que realiza a quienes “le han fallado al país”.
De acuerdo con Polo, Montero es “voz fuerte que señala. Lleva un mensaje necesario que desemboca en debatir con seriedad la corrupción rampante”. Así, la ponente destaca que la columnista invita al lector a “rechazar la impunidad”.
Ahora, tomaba la palabra Luz N. Lebrón para leer su discurso, “Luis Rafael Sánchez rompe el contrato con el ELA: una lectura de No llores por nosotros Puerto Rico”.
Según Lebrón, el Estado Libre Asociado se creó con el contrato de esconder lo negro de la historia puertorriqueña, lo que generó “patrones de marginación”. Sin embargo, la ponente destacó a Sánchez quien buscó, a través de sus letras, darle valor a la herencia africana.
Para la académica, Sánchez tiene una “clara consciencia de clase identitaria” de los puertorriqueños porque siempre denunció la realidad del país.
Fuera de esas paredes del centro, construidas en 1832, el ambiente continuaba de la misma manera. Poca gente rondaba las calles capitalinas. El calor hacía estragos. La distancia entre un punto y otro del festival se hacían eternas. La gente lo sabía y hubo aquel que echó de menos los años en que se celebró en el Paseo de la Princesa.
A las 5:00, en el anfiteatro del Museo de Arte e Historia de San Juan, una joven se alzaba con el Premio las Américas, que otorga el Festival de la Palabra, con su primera novela publicada Quema.
Allí, Ariadna Castellarnau habló de las distopías, de la igualdad de género, de las luchas por sobrevivencia en un mundo desmantelado, del tiempo, de la mujer, en fin, habló de su novela y de un reflejo posible del ser humano en su texto.
Y luego de que Castellarnau hablara de distopías, Ernesto Pérez Zúñiga y Edgardo Rodríguez Juliá dialogaron de las utopías en: “¿Una humanidad sin sueños colectivos?”.
Rodríguez Juliá comenzó diciendo que él pertenece a una generación que valoró mucho la utopía. Aunque piensa que el premio Nobel de Literatura 2016 otorgado a Bob Dylan es “un disparate”, resalta que el movimiento de transformación que promulgó fue a nivel mundial.
“Creo que la utopía principal, hoy por hoy, del ser humano es salvar el planeta”, sentenció, pues estamos en un momento “donde la gente envejece, la gente vive más pero el planeta está muriendo”.
Además, hizo énfasis en que “la clase media es la creación moderna por excelencia”, que la rechaza tanto como Bob Dylan, pues para él, representa conformismo. “Para vivir en igualdad tenemos que seguir saqueando el planeta”, acentuó.
Por su parte, Ernesto Pérez Zúñiga habló de las utopías españolas. “Las ideologías son para conocer y saber la historia, pero no son instrumentos para construir algo nuevo”, criticó de las nuevas generaciones del país hispánico.
También, destacó que “en España, hay una crítica enorme a la democracia actual”. Sin embargo, en su país, la gente se hacía de la vista larga cuando presenciaba distintos tipos de corrupciones porque, según él, había mucho para repartir. Pero cuando empezó la escasez, la gente comenzó a denunciar los actos de corrupción.
Continuo, conversaron sobre la identidad. Pérez Zúñiga sentenció: “A mí me gusta pensar que la identidad es una ficción”, y siguió, “una ficción en el sentido que se puede cambiar”.
“Las sociedades son convenciones y acuerdos de los seres humanos. España, Puerto Rico, no existen. Si desaparecieran los humanos, eso no existiría. Fuera de nuestra mente los países no existen. Se han ido creando como el ser humano ha querido”, opinó el español quien ha publicado cinco libros de narrativa.
En este aspecto, Rodríguez Juliá difirió y señaló de utópico esa eliminación de divisiones entre los seres humanos.
Sin embargo, el escritor boricua -que ha publicado ocho novelas, dos libros de relatos, 16 libros de crónicas, y cerca de 400 artículos- atestó que la sociedad puertorriqueña se creó con grandes contradicciones, pero que “en momentos de crisis hay que fijarse en lo construido”.
“Nosotros debemos repensar ese estado de pesimismo y pensar que aquí [en Puerto Rico] se ha construido mucho y se ha construido bien. No olvidarnos de lo construido”, destacó.
A las ocho, ya los faroles estaban encendidos e iluminaban las calles adoquinadas del Viejo San Juan. El flujo de personas que se daban cita en el Festival de la Palabra aumentaba, a poca proporción, pero lo hacía. La mayoría se dirigía a la Plaza del Quinto Centenario. Una tarima serviría de base para la presentación del libro Yo soy Iris Chacón.
El Festival de la Palabra ha comenzado oficialmente, con él La Campechada también. Los artistas, artesanos, académicos, literatos, libreros, comerciantes, curiosos y amantes de toda manifestación cultural estarán reunidos todo el fin de semana para celebrarnos, para pensarnos, para hacernos uno.
Rodríguez Juliá comenzó diciendo que él pertenece a una generación que valoró mucho la utopía. Aunque piensa que el premio Nobel de Literatura 2016 otorgado a Bob Dylan es “un disparate”, resalta que el movimiento de transformación que promulgó fue a nivel mundial.
“Creo que la utopía principal, hoy por hoy, del ser humano es salvar el planeta”, sentenció, pues estamos en un momento “donde la gente envejece, la gente vive más pero el planeta está muriendo”.
Además, hizo énfasis en que “la clase media es la creación moderna por excelencia”, que la rechaza tanto como Bob Dylan, pues para él, representa conformismo. “Para vivir en igualdad tenemos que seguir saqueando el planeta”, acentuó.
Por su parte, Ernesto Pérez Zúñiga habló de las utopías españolas. “Las ideologías son para conocer y saber la historia, pero no son instrumentos para construir algo nuevo”, criticó de las nuevas generaciones del país hispánico.
También, destacó que “en España, hay una crítica enorme a la democracia actual”. Sin embargo, en su país, la gente se hacía de la vista larga cuando presenciaba distintos tipos de corrupciones porque, según él, había mucho para repartir. Pero cuando empezó la escasez, la gente comenzó a denunciar los actos de corrupción.
Continuo, conversaron sobre la identidad. Pérez Zúñiga sentenció: “A mí me gusta pensar que la identidad es una ficción”, y siguió, “una ficción en el sentido que se puede cambiar”.
“Las sociedades son convenciones y acuerdos de los seres humanos. España, Puerto Rico, no existen. Si desaparecieran los humanos, eso no existiría. Fuera de nuestra mente los países no existen. Se han ido creando como el ser humano ha querido”, opinó el español quien ha publicado cinco libros de narrativa.
En este aspecto, Rodríguez Juliá difirió y señaló de utópico esa eliminación de divisiones entre los seres humanos.
Sin embargo, el escritor boricua -que ha publicado ocho novelas, dos libros de relatos, 16 libros de crónicas, y cerca de 400 artículos- atestó que la sociedad puertorriqueña se creó con grandes contradicciones, pero que “en momentos de crisis hay que fijarse en lo construido”.
“Nosotros debemos repensar ese estado de pesimismo y pensar que aquí [en Puerto Rico] se ha construido mucho y se ha construido bien. No olvidarnos de lo construido”, destacó.
A las ocho, ya los faroles estaban encendidos e iluminaban las calles adoquinadas del Viejo San Juan. El flujo de personas que se daban cita en el Festival de la Palabra aumentaba, a poca proporción, pero lo hacía. La mayoría se dirigía a la Plaza del Quinto Centenario. Una tarima serviría de base para la presentación del libro Yo soy Iris Chacón.
El Festival de la Palabra ha comenzado oficialmente, con él La Campechada también. Los artistas, artesanos, académicos, literatos, libreros, comerciantes, curiosos y amantes de toda manifestación cultural estarán reunidos todo el fin de semana para celebrarnos, para pensarnos, para hacernos uno.
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Original del publicado en Diálogo.
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