Distinguen la excelencia en la UPRRP

jueves, octubre 06, 2016
Estos profesores "no se limitaron a cumplir con las estrictas responsabilidades académicas, sino que asumieron su misión, dejando una huella indeleble..".- María de los Ángeles Castro. (Ricardo Alcaraz)

Poco después de las 2:00 p.m., decenas de togas negras y rojas cruzaron la Plaza Antonia del recinto riopedrense de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Envestidos en tela, profesores, decanas y decanos de la institución caminaban al unísono.

Anduvieron desde el Senado Académico hasta el Teatro de la UPR. Con cada cúmulo de profesores del Departamento de Drama que hacían su entrada, un saldo de aplausos y gritos de bienvenida se hacían sentir por parte del estudiantado. Togas oscuras, pero rostros iluminados. Ahí desfilaron los nuestros, las voces que hilvanadas conspiran para hacernos universidad.

Entonces llegaron los homenajeados. Dean Zayas era el primero de los cuatro. Con toga roja, casi tan enrojecida como sus mejillas, con mordida tensa pero sonreída, como si su barbilla se esforzara por aguantar la sonrisa. Pero fue solo eso, un intento. Si las barbillas pudieran sonrojarse, seguramente la de Zayas lo habría hecho. Quizá lo hizo.

“Está por reconocer públicamente a esas personas que han contribuido de manera sobresaliente a la academia y al acervo cultural de la sociedad”, leyó la decana de Asuntos Académicos a modo de explicar lo que allí se viviría.

En esta ocasión, la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPRRP), realizaría una ceremonia de distinciones académicas en la que se conferiría el grado de Doctor Honoris Causa a los profesores Edgardo Rodríguez Juliá y Dean Zayas Pereira; así como el título de Profesor Distinguido a Ernesto Chiesa Aponte; y el de Profesor Emérito a Mariano Maura Sardó.

“Emprendieron rutas distintas, pero poseen un atributo en común: no se limitaron a cumplir con las estrictas responsabilidades académicas, sino que asumieron su misión, la que nace del espíritu y se nutre del trabajo y del talento, dejando así a lo largo del camino, huella indeleble de su paso por la vida”, resaltó la rectora interina de la UPRRP, María de los Ángeles Castro.

Por su parte, la presidenta interina de la UPR, Celeste Freytes González, apuntó que la obra de estos profesores ha sobrepasado el territorio puertorriqueño. “Son académicos para todas las estaciones, universitarios para todos los tiempos. Ellos son, en palabras del himno del alma mater, ‘honra de la universidad’”, destacó Freytes González.

“Menos burocracia y más atención al maestro y a la educación”


El primero en recibir su reconocimiento fue Chiesa Aponte con el título de Profesor Distinguido, la más alta honra que otorga la institución a un profesor en servicio, cuya tarea docente haya resultado en obra de mérito reconocida, demostrando dedicación a las aulas y a la obra creadora, y cuya vida dé lustre a la universidad.

Chiesa Aponte, cuenta con una carrera profesional en la UPRRP que abarca más de 50 años, ha dictado cursos de filosofía en la Facultad de Humanidades y se ha desempeñado como catedrático en la Escuela de Derecho desde 1981. 


Además, es abogado especialista en derecho procesal penal y probatorio de Puerto Rico. Entre sus contribuciones al quehacer jurídico figura su “Tratado de Derecho Probatorio” (1997), obra más citada sobre esta temática en el país. Otra, lo es “Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos” (1992), siendo el libro más citado por el Tribunal Supremo de Puerto Rico.

“Pienso que las prioridades del país deben ser en rescatar la educación. Menos burocracia y más atención al maestro y a la educación”, enfatizó el abogado quien resaltó en su mensaje que toda su vida estudió en las escuelas públicas de Puerto Rico.

Otro tema en el que hizo hincapié fue en el estatus colonial de la isla y la imposición federal de una junta de control fiscal. “Entonces, viene el Congreso con su PROMESA. La famosa PROMESA que es un ejercicio crudo de poder de una gran humillación para Puerto Rico”, sentenció el recién doctorado.

En cuanto a la decisión de la junta de tomar las finanzas del primer centro docente del país, el jurista remató, esto significa “menos autonomía para la Universidad de Puerto Rico”.

“Por la paciencia de tolerarme”


Le siguió el turno a Maura Sardó, quien recibió el título de Profesor Emérito. Esta distinción se concede a los profesores de la universidad que, habiendo cesado en el servicio activo, merezcan tal reconocimiento por haberse distinguido en la cátedra en forma excepcional. 


En el caso del doctor Maura Sardó, su legado y máxima aportación tanto académica como profesional ha estado ligada desde 1986 a su quehacer como docente en la Escuela Graduada de Ciencias y Tecnologías de la Información (EGCTI).

Entre sus contribuciones se encuentra la creación de la Revista Simbiosis (2004) y la fundación del Observatorio de Estudios relacionados con la Información (OERI). Su gestión ha sido particularmente importante en el desarrollo de la Red de Información, Conocimiento e Innovación que busca documentar toda la actividad creativa y de producción científica generada por docentes e investigadores de la UPR.

“Acepto con profundo orgullo y regocijo la distinción que se me otorga”, pronunció el profesor quien en su mensaje agradeció a sus pares, a sus estudiantes, amigos y familiares, “por la paciencia de tolerarme”.

“Aquí descubrí mi profesión como escritor”


Seguido el acto, Rodríguez Juliá fue reconocido con el grado académico excepcional de Doctorado Honoris Causa, que se otorga a claustrales o a ciudadanos por sus contribuciones al desarrollo de las Ciencias o de las Artes, o de cualquier otra manifestación del saber humano, ya en su campo profesional, o mediante actuaciones que promuevan el desarrollo de los valores más preciados de la humanidad.

La obra literaria y periodística de Rodríguez Juliá, desde mediados del siglo 20, lo han convertido en uno de los escritores puertorriqueños más destacados dentro y fuera de los círculos intelectuales del país. Con la creación de ocho novelas, dos libros de relatos, 16 libros de crónicas, y cerca de 400 artículos, reseñas, ensayos y libretos, publicados en revistas y periódicos, su contribución a las letras es incuestionable. 


“La universidad determinó mis oficios y ha testimoniado mi vida. Aquí descubrí mi vocación como escritor. Por 32 años me entregué como profesor universitario de este recinto, al privilegio de la escritura y la reflexión, muy particularmente, sobre mi país y su entorno antillano”, resaltó Rodríguez Juliá.

“Mi escritura literaria quiso ser una manera de explicarme e intentar explicar opacos tiempos históricos y también mis tiempos, el cruce de lo íntimo con lo social. He concebido la escritura como el medio de ser una visión más compleja de la sociedad puertorriqueña y, por lo tanto, más tolerante y democrática”, explicó el escritor.

“Mi escritura siempre acudiría a testimoniar con urgencia la realidad social y sus vicisitudes. Mi obra ambicionaría ser un elocuente memorial de la transformación de Puerto Rico”, apuntó quien se define, como un cronista.

“Un regalo que me llena de alegría genuina”


Luego, le tocó el turno a Zayas a quien también se le otorgó el Doctorado Honoris Causa. En toda la noche, siempre que se mencionaba su nombre, el público ardía en euforia. Esta vez, parado en medio del escenario -con la cabeza inclinada hacia abajo- recibió los vítores, aplausos, gritos, sonrisas y la ovación en pie de todos los allí presentes.

“¡Dean, Dean, Dean!”, bramaban los profesores, estudiantes y amigos.

Y es que Zayas, es una figura imprescindible del teatro puertorriqueño. A pesar de su labor académica como profesor y director de teatro, su excelencia y sus proyectos teatrales han trascendido el suelo puertorriqueño, siendo reconocido internacionalmente como uno de los especialistas del Siglo de Oro Español. Fundador del Teatro Sesenta y el Teatro Sylvia Rexach, Zayas también se ha desempeñado como productor de televisión, colaborando en las producciones dramáticas de las novelas puertorriqueñas Yuyo, La charca y Cauce sin río.

“Un regalo que me llena de alegría genuina”, apuntó el director.

Según Zayas, aprendió en sus años de estudios en el recinto el amor por el teatro, en especial, por el teatro universitario. “Aprendí que nada se podía lograr en esta vida sin compromiso y disciplina”, recordó.

“Yo tuve la suerte de hacer vida universitaria más allá del Vidy’s y del Ocho de blanco”, soltó el catedrático mientras recordaba que en sus tiempos sus profesores les animaban a asistir a toda actividad cultural y académica que se ofreciera en el recinto para complementar y completar la formación universitaria.

En otros temas, el especialista en Siglo de Oro Español, lamentó los fallidos intentos en crear un programa graduado en el Departamento de Drama. “Pero yo sigo soñando con la Escuela de Drama de la Universidad de Puerto Rico”, afirmó con la añoranza de que algún día, no muy lejano, se inaugure.

Por las manos de Zayas, quien lleva más de 40 años en la cátedra, han pasado un sinnúmero de pupilos que hoy triunfan en los grandes escenarios teatrales. Pero no dudó un segundo en reafirmar que: “Solo sé que existe el compromiso y la disciplina, lo del talento está por definirse”.

_________________________________________________________________________________

Original del publicado en Diálogo

Compártelo

XXII. Casado con la vida y amante de la comida. Boricua. Viajero. Periodista en formación.

Publicaciones Relacionadas

Próximo
« Anterior
Anterior
Next Post »