“Lalo existía, su trabajo existía antes del premio” dijo Mario Edgardo Roche (Ricardo Alcaraz / Diálogo)
Dos sillas y un cajón en el escenario del anfiteatro Julia de Burgos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; Dos seres humanos conversaron de literatura delante de un público lleno de profesores, universitarios y estudiantes de escuela superior, todos sumamente atentos. Uno de ellos, el director del Programa de Estudios Interdisciplinarios, el otro -de voz contundente y mirada penetrante- es el escritor puertorriqueño que ha obtenido el prestigioso galardón literario “Rómulo Gallegos”, por su obra Simone.
“Había una trayectoria, había una carrera, había un pensamiento, una escritura, había una fotografía de tu parte antes de este premio”, mencionó el director Mario Roche.
El escritor Eduardo Lalo, saltó a la fama mediática y cultural del País tras obtener el premio Rómulo Gallegos, hace dos años, por su obra Simone que narra la vida de Li Chao, una inmigrante china en Puerto Rico condenada a trabajar como una esclava.
Pero antes de esta obra ya Lalo existía y había publicado algunos ocho libros. “Uno se convierte en el autor de Simone, cuando es solo uno de mis libros y para mí, ni siquiera el libro que más me interesa. No quiere decir que no lo aprecie o que no esté dispuesto a respaldarlo, pero todo se reduce a eso”, mencionó el autor, quien dijo no haber buscado el premio, en la entrevista-conversatorio La palabra en el cuerpo.
El también fotógrafo, poeta y artista plástico, ha estado siempre comprometido con la literatura, pues para él, “la literatura es una de las pocas tradiciones que aún conservan una ética”. La literatura es uno de los pocos usos que nos quedan de la palabra, donde la misma palabra siempre está en duda.
El lenguaje de la política y la publicidad, han colonizado casi todos los aspectos de la vida, con un lenguaje empobrecido resaltó.
“La palabra literaria no es que tiene la verdad, pero desenmascara la mentira”, contrastó. El texto es un espejo que nos permite vernos y ver nuestra época, “ver usualmente lo que no queremos ver: ver la injusticia, ver el dolor, ver nuestro dolor”.
Lalo destacó que no se escribe para ser apreciado o famoso, que se escribe literatura porque ayuda a sobrevivir. Y aprovechó para recomendarle a los jóvenes, que lo primero para escribir, es leer, porque no existen genios. “Uno construye, lo que sea, a partir de lo que otros han hecho y primero que nada hay que conocer eso que otros han hecho y es enorme lo que hay que conocer”.
Al hablar de literatura, también se habla de intelectuales, a quien Lalo define como: “alguien que trabaja con los límites de la mente, es decir, con los límites del pensamiento y trata de definirlos constantemente”.
Es muy distinto ser intelectual, a ser los famosos expertos que vemos en los medios de comunicación, los famosos politólogos a los cuales los define como políticos frustrados que fracasaron en la política y ahora son expertos en chismes. “Esta gente son parte del problema”, sentenció.
Si hablamos de política, no se puede dejar de mencionar el evento que protagonizó Eduardo hace unas semanas en la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR), en el cual advirtió a los estudiantes de abogacía a tener precaución de su futura profesión. Tomó de base para su discurso al exgobernador Hernández Colón, quien por gracia o desgracia estuvo allí presente.
“Yo escribí ese texto, no por atacar a nadie, sino que estoy analizando algo”, aclaró el escritor de la novela La Inutilidad (2004).
La abogacía es una profesión sospechosa, es a causa de la presencia del abogado que se convierte en político, siguió Lalo, “muchas veces muy malos abogados, que incluso no hicieron reválida, que estudiaron en universidades muy poco distinguidas, pero que ven el tener un título, un Juris Doctor, como una justificación o una validación para convertirse en políticos”.
“La ley es creada e impuesta por aquellos que dominan una sociedad y muchas veces la ley se usa para ocultar la verdad y para preservar un orden injusto”, sentenció el poeta.
“Me he propuesto no decir palabras vacías”, mencionó el puertorriqueño nacido en Cuba. Vivimos en una sociedad donde hay que celebrar todo, hay que decir algo que no incomode, que no moleste a nadie. Lalo piensa todo lo contrario, “mi responsabilidad, y yo creo que la de cualquiera, es decir lo que piensa”.
“Pensar no es atacar a alguien, es interpretar algo, analizar algo”, explicó. Uno no tiene la verdad pero dentro de ese análisis, hay que crear una estructura coherente y respaldarla con las acciones.
“Ante no querer interpretar el texto, entonces, se comienza a imaginar intensiones”, resaltó (Aquí la columna de Emmanuel A. Estrada López acerca de lo acontecido aquella noche en la UPR).
El texto es como una partitura, metaforizó Lalo, requiere interpretación, no es meramente unir sílabas y pasar la vista.
La lectura de buenos textos y la interpretación van de la mano, “a veces tenemos la impresión de que los lectores son la gente que está en la Universidad o que está asociada a ella”, pero Lalo resaltó una visita que hizo al Centro Cultural de Utuado “con gente común y corriente” de dicho pueblo y zonas aledañas con la cual estuvo -por preguntas del público- más de tres horas hablando.
Con esto, quiso destacar que en Puerto Rico hay más gente culta de lo que se cree. La culpa es de la estructura de las ciudades en la Isla, “los espacios urbanos de San Juan han ido haciendo desaparecer la ciudad: la ciudad en el sentido de espacio de intercambio”, señaló el autor del ensayo fotográfico Los pies de San Juan (2002).
El área metropolitana de San Juan es dos veces el tamaño de París, pero gran parte de ese territorio está vacío en términos sociales, la gente está en sus casas, no hay lugares de reunión, de encuentro, mencionó el embajador de la cultura puertorriqueña. “Entonces nos da una sensación de empobrecimiento cultural porque no la vemos”.
Hay que ocupar los espacios y no hacerse invisible, animó Lalo, quien también ha sido profesor de la UPR. Hay que hacer revistas, tertulias, debates, reunirse para conversar toda la noche mientras se toma algo. Las ciudades son de la gente, prosiguió, pero la gente ha asumido una posición muy cómoda, influenciados por los que fabrican televisores gigantes y comida que promueve el sedentarismo.
Como ejemplo de esto, menciona a la UPR, donde hace más de 20 años, el estudiante estaba desde las siete de la mañana hasta las 10 de la noche porque existía una vida en la Universidad, existía ese espacio de intercambio de todo tipo. “Era un espacio social y era un espacio de actividad cultural, deportiva…”, dijo con cierto pesar.
Para Lalo, la Universidad de hoy es una de tipo corporativo. Una Universidad que tiene fuerzas internas que quiere que imite a las instituciones privadas donde los estudiantes solo van a tomar los cursos y se regresan a sus casas sin ese intercambio de ideas, de cultura, de pensar. Esto, según el escritor, crea un empobrecimiento cultural con relación a otras generaciones.
Mencionó, además, que en su rol como embajador de la cultura puertorriqueña se le han acercado miembros de diversas universidades de Francia e Italia que tiene el interés de crear vínculos y redes internacionales con nosotros, “pero si tenemos una Universidad que para pedir que te traigan esto hacen falta seis meses y 36 papeles y cuatro seudodecanos que den su opinión, pues se nos va la guagua”.
Y hablando de su misión como embajador de la cultura que ha venido desarrollando en los últimos años con el apoyo de David Bernier, el Departamento de Estado y la UPR, Lalo ha notado que es esencial promover la puertorriqueñidad al mundo, como lo hacen todos los países.
“La dificultad que tiene cualquier artista puertorriqueño de ser conocido fuera de su país, es diez veces más difícil que la de casi cualquier otro, porque nosotros no tenemos casi ningún tipo de apoyo”, puntualizó. Además, destacó que Bernier ha tratado de promover la cultura en un esfuerzo muy digno y admirable.
Puerto Rico, por su estatus colonial, es un país “tristemente invisible, muchas veces, porque es un país dominado justamente por todas esas mentiras que constituyen nuestra formulación política”, dijo el puertorriqueño quien llego a la Isla cuando tenía solo dos años de edad.
Y continuó: “Nosotros estamos condenados prácticamente a la inexistencia legal y eso es injusto y eso está determinado por las leyes que se imponen a partir de una invasión militar”.
Al finalizar el conversatorio y abrirse los micrófonos a preguntas, una estudiante de la Escuela Emilio Delgado de Corozal le preguntó porqué consideraba la palabra como una extremidad, a lo que Lalo le contestó: “Al igual que la extremidad puede ser un puño, una caricia o un gesto de apoyo, todo eso lo hace la palabra… y hace algo más, y es que se queda”.
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Original del publicado en Diálogo.
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