Atacar con poesía lo banal de la vida

lunes, julio 11, 2016
Carolina Martínez Araya crea zines, publicaciones que construye a maquinilla y con trazos de sus dibujos, de sus fotos, de sus poemas, de ella misma. (Ricardo Alcaraz / Diálogo)
“No te agobies mi niña
nunca estarás sola
si a la tierra fértil
y al universo amplio
les das tu esencia”

Carolina Martínez Araya teclea su maquinilla tan hábilmente como si se tratara de una conversación. Su pensamiento fluye, y sus dedos transforman las ideas en palabras. De momento se detiene, sonríe, y continúa tecleando con su confidente, su amiga, su compañera fiel: la maquinilla.
“Yo me siento y siempre tengo algo que escribir, así, sin darme cuenta. La verdad es que yo no paro de escribir”, dijo.
Escribir, desde siempre, ha sido una estrategia de supervivencia.
Por eso de sobrevivir, hay personas que siguen la burocracia del sistema. Otras, como Carolina, simplemente buscan salir de él. La artista carolinense crea zines –palabra que proviene de magazine–, publicaciones independientes de tema libre que se destacan por ser más arte que literatura.
“Se trata de poder llevar información a todo el mundo que sea mucho más accesible, que no tengas que depender de editoriales –de nadie– y tumbar un poco lo que tenga que ver con la jerarquía”, enfatizó la fundadora de Proyectos karaya.
Carolina, de mirada profunda y alma libre, parece inofensiva, pero sus palabras provocan retumbos. Ella, tiene mucho que decir. Lo hace de forma análoga, construye sus zines a maquinilla, con recortes a tijeras de sus propios dibujos, con sus fotos y pegamento.
“Busco atacar con poesía lo banal y devolverle el contenido a la vida misma”, soltó, segura de sí misma. “Yo veo que con la poesía yo puedo rescatar el contenido de la vida, un poco como matar lo superficial, y siento la necesidad bien profunda de eso, de que la gente pueda sentir en colores, pueda pensar en símbolos y cuestionarse cosas”, expresó.

La incursión de Carolina en la creación de zines data del 2011, cuando un amiga residente en Estados Unidos le envió un zine de Cindy Crabb, tipo diario. “Ahí empezó todo”, aseguró la joven de 29 años, quien en sus comienzos hacía los zines en manuscrito pues no contaba con una maquinilla.
En el arte de Carolina subyacen como referentes Clarice Lispector y Anjelamaría Dávila. En sus zines deja fluir sus credos, enfocados en el veganismo, la agricultura alternativa, el cuestionamiento del género y la educación tradicional. Ella es partidaria de “todo lo que sea difundir la esencia”.
La artista no tiene un lugar predilecto para inspirarse. Tampoco posee un ritual de escritura. “Yo escribo en todos lados en verdad. Siempre tengo que estar creando”, apuntó, tanto así, que hasta cuando se aburría en clases, sacaba la cinta adhesiva y se ponía a crear. A fin de cuentas, sostuvo, lo único que se necesita para hacer zines es papel, intención y la necesidad de exponer.
Carolina hoy carga ideales muy distintivos a los de su crianza. Su instrucción primaria la recibió en colegios cristianos donde “sentía que nos estaban quitando el alma”.
Relató que tiene un núcleo familiar muy cristiano, de derecha, sin artistas, “y yo salí artista en un corillo donde hasta bailar es malo. A mí me impulsó todo a estar en contra del sistema”, inquirió la egresada de la Universidad de Puerto Rico (UPR), quien considera que el “sistema es una mierda”.
Así, buscando nuevos horizontes y modos de expandir sus ideales, se va a Argentina tras culminar su bachillerato en humanidades con especialidad en fotografía. Allí estuvo ocho meses tomando un taller de permacultura y luego otro de bioconstrucción.
Allá tocaba su guitarra en los metros de Buenos Aires. También conoció muchas personas que creaban zines, algunos de ellos para difundir ideales veganos y anarquistas. De todos se nutrió un poco.

Aunque en Puerto Rico sus zines se encuentran a la venta en Libros AC, Mondo Bizarro y La Chiwinha, Carolina afirma que lo más que le ha funcionado es la venta uno a uno. Por esta razón, Carolina va por las calles –con todos sus zines en la mano– ofreciéndolos a las personas.
La primera vez fue en 2014, en Santurce es Ley. “Yo me guindé una caja de cartón con una bandana que me até a la cabeza, la amarré a la caja y al frente del cartón decía: Zines. Nadie entendía. Todo el mundo me preguntaba, les explicaba y se volvían locos”.
Una experiencia gratificante que guarda de ese evento fue cuando una muchacha le preguntó que cuál zine le recomendaba, le buscó uno, se lo leyó y las lágrimas brotaron de sus ojos. “La interacción es bien íntima. Para mí, es bien mágico”, admitió.
Lamentablemente no todo son gratos momentos. Hace unos días, Carolina fue al Viejo San Juan a vender su arte, y cuando le preguntaba a la gente si les gustaba la poesía, al menos 15 contestaron que no.
“A mí se me hace bien difícil la cotidianidad en Puerto Rico. Yo siento que lo más profundo de nosotros está bien condicionado. A la mayoría de las personas las veo tan cuadradas y conformes con nada, o sea, con cosas materiales”, lamentó la poeta, quien vive de este proyecto, de los ‘chivos’ que le surgen, de la música y del arte gráfico. No todos a la vez, sino al ritmo que vayan surgiendo los trabajitos.

Antes de terminar con la entrevista, Diálogo tocó el tema de las casas editoras, a lo que Catalina comentó que “aquí, al igual que con la música, yo todo lo siento bastante inaccesible, o sea, es como que personas dicen ‘esto es mío, yo publico un libro, tú para publicar tienes que esperar’. Es una cuestión de élites”.
Pero Catalina no necesita de casas editoras. Catalina es libre, igual o más que su arte. Ella solo escribe. Escribe lo que piensa, lo que ve, lo que juzga.
“Uno de mis nortes es que [mis poemas] no se queden en mi cuaderno, porque si se quedan es como un círculo que no se completó”, culminó.
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Original del publicado en Diálogo

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XXII. Casado con la vida y amante de la comida. Boricua. Viajero. Periodista en formación.

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