Lejos de la imagen acartonada de las tarjetas de felicitación, reflexionamos acerca de cómo se transformó la perspectiva del rol de las madres.
Madre: Del lat. mater, –tris.
1. Mujer o animal hembra que ha parido
a otro ser de su misma especie.
– Diccionario de la Real Academia Española
La primera palabra que aprendió a decir Nadia Alicea fue mamá. Igual que muchos otros niños, la repetición de la m con la a salieron de su boquita mientras sus padres celebraban. Sin embargo, Nadia no se imaginaba que once años más tarde, este concepto sería un imaginario, pues su núcleo familiar estaría compuesto por papá, papá, hermana y ella.
Ese rol maternal que la sociedad le ha impuesto a las mujeres y que en cierto modo hoy reproducimos, ese que enfatiza que ellas son las que atienden a los hijos, que son el consuelo y el amor ilimitado de la familia, a Nadia no le faltó, cuenta su padre Arnaldo Alicea.
“Los niños tienden a entender que la madre es el paño de lágrimas, el amor incondicional y la parte amorosa de la familia, pero esa imagen podemos dársela nosotros mismos [los padres]”, asegura Arnaldo.
La madre de Nadia, y de su hermana Eva, murió cuando ellas tenían siete y tres años, en ese orden. Fueron cuatro años en los que Arnaldo asumió ambos roles. Crió a sus hijas. Recuerda que en ese tiempo se le hacía difícil ir a una tienda por departamento y no saber a qué probador entrar. En el de hombres no dejaban entrar a las niñas y él no podía entrar con su hijas al probador de mujeres, confiesa y ríe.
Cuatro años más tarde, se integró a la familia su esposo, Max Chárriez. Arnaldo explica que, en su caso, la integración de Max no fue un dilema familiar, pues cuando su esposa aún participaba de la crianza de las niñas los roles tradicionales ya estaban invertidos. Por ejemplo, Arnaldo era el que se encargaba de bañar a las niñas y de leerle los cuentos en las noches.
“Cuando uno rompe los constructos sociales en el hogar el rol no se extraña; se extraña el concepto emocional”, menciona.
En la escuela, Nadia y Eva nunca se han enfrentado a una situación anormal por tener dos papás. “Lo compañeros de clases lo veían como algo normal”, insiste.
Ante esta reacción de los amigos de sus hijas, Arnaldo no comprende por qué en las escuelas del País todavía “siguen con el condena’o sistema de Tita, Tato y Mota” cuando señala que la diversidad familiar que existe es muy amplia.
“Madre no es la que pare, es la que cría”, expresa Arnaldo haciendo referencia al refrán popular que, aunque está arraigado en nuestra tradición popular, parece no haberse puesto en práctica en los cánones sociales.
Y de este refrán se hace eco Ángeles Acosta, quien junto a Carmen Milagros Vélez son madres de Juliana María.
– “¿Verdad mamá, que yo tengo dos mamás?”, preguntó por primera vez Juliana a sus cuatro años.
– “Sí”, le contestó Ángeles con toda naturalidad mientras bajaban la cuesta de la escuela.
– “Me gusta tener dos mamás”, le dijo Juliana.
Aunque siempre han conformado una familia, no fue hasta hace unos años que Ángeles pudo adoptar formalmente a la hija biológica de Carmen Milagros.
– “¿De dónde yo nací?”, fue otras de los cuestionamientos que, como cualquier menor, Juliana les hizo a sus madres.
– “Un buen hombre nos regaló su semilla para que pudieras nacer”, fue la contestación.
Para Ángeles, ha sido “una experiencia maravillosa”, así describe su maternidad y el tono de su voz cambia a uno más suave, tierno, como si se expresara desde el corazón. “Yo no tengo ninguna preocupación con el cariño, el amor y el compromiso que yo tengo hacia mi hija”.
– “Yo no sé por qué nosotros nos parecemos tanto si yo no tengo tu DNA”, le dijo hace unos años Juliana.
– “Porque naciste de mi corazón”, le contestó en aquel momento Ángeles.
“El rol de madre y padre puede ser flexible”, explica la también sicóloga clínica mientras asegura que, socialmente y en el comportamiento, Juliana se parece mucho a ella.
En el colegio, al igual que Nadia y Eva, Juliana —de 16 años— nunca ha tenido problemas con sus compañeros. Sus madres siempre procuran asistir a la mayoría de las actividades de su hija. Se presentan como una familia. Y siempre tachan de los papeles oficiales la palabra padre y le añaden a puño y letra: madre.
“La relación en la escuela ha sido muy buena. No hemos tenido ningún incidente. Ninguno. Ningún tipo de bullying o confrontación contra mi familia”, recalca Ángeles basada en la buena comunicación que asegura tener con Juliana.
Madre: más allá de la palabra
La palabra “madre”, en castellano, proviene del latín mater, explica el lingüista Freddy Acevedo. Asimismo, destaca que “en términos etimológicos está ligada a otras lenguas” como màna en griego o мать en ruso.
“La m está ahí y los sonidos dentales “t” o “d” también”, indica Acevedo, quien entiende que “madre es un concepto instintivo de los seres humanos” pues existe “una continuidad de pensamiento” entre diversas culturas.
Sin embargo, hay una definición que llama mucho la atención. Es del primer diccionario académico de la lengua española, el Diccionario de Autoridades de 1734, una de las acepciones de madre es “ave que empolla los huevos, aunque sean ajenos”. Definición que se mantuvo hasta la edición de 1803.
“Ahí, entonces, hay una definición que no solo es la que concibe sino también la que se hace cargo”, enfatiza el lingüista.
Aunque el Diccionario de la Real Academia Española, en su edición de 2014, posee unas 14 acepciones sobre el concepto, algunas de ellas están muy arraigadas a nuestra cultura puertorriqueña, como la significación con un nivel superior o religioso, con sabiduría, con el origen de algo, así como ser un concepto tan sagrado que si nos mencionan la madre lo tomamos como un insulto.
También, “el concepto madre tiene una concepción metafórica de lugar. La madre es un lugar, es un espacio. En el asunto biológico, la concepción se da en un espacio. Es un aspecto bastante curioso de la función de la madre que acoge”, explica Acevedo.
Así de diversa puede ser la significación del concepto “madre”, del cual todos al escuchar la palabra tenemos ideas distintas de lo que significa. Asimismo sucede en nuestra sociedad. La cantidad de madres es tan amplia que no solo se rige por el concepto de la madre —que muchas veces nos inculca la televisión y la publicidad— de la mujer abnegada, que solo cuida de sus hijos y está encargada del hogar.
Criar desde la experiencia trans
Ignacio Rivera es un hombre trans y es madre. Así lo contó el pasado jueves durante el panel Fluir: la masculinidad de la experiencia de ser trans y de género-queer en la Casa de Cultura Ruth Hernández Torres en Río Piedras.
“Mi hija sabe que papá es trans. Ella sabe que papá nació mujer. Ella sabe que papá tiene vagina”, revela Ignacio.
– “¿Tú estás bien?”, le preguntó su hija cuando Ignacio le contó sobre su decisión de comenzar a tomar hormonas.
– “Sí”, contestó.
– “¿Y ahora te tengo que llamar papi?”
– “No, mami”.
Para Ignacio, su experiencia de ser papá es la mejor que ha tenido en su vida. Ignacio es madre biológica y padre de crianza. Ambos en una sola persona. “Yo crié a mi hija así, ‘tú puedes ser lo que quieras’. La vestía de hombre y de mujer y que ella cuando creciera decidiera ser lo que quisiera”, cuenta.
Urge romper el discurso de la maternidad tradicional
La socióloga Marcia Rivera, expone que posee muchas críticas de cómo se ha manejado el concepto de la maternidad. Aborrece un poco el discurso acaramelado que inculcan los medios y la publicidad. “Empalaga”, dice.
“Es una cosa terrible porque la realidad de las mujeres que han decidido voluntariamente ser madres está muy alejada de lo que nos presentan los medios”, enfatiza la experta mientras menciona el ajetreo diario como uno de los factores que rompe la idealización del rol materno.
“El canon que se nos vende es que todas las madres lo dejan todo por la crianza de sus hijos”, añade.
Para la socióloga y profesora universitaria, la crianza de las madres abnegadas crea niños sobreprotegidos que en el futuro son incapaces de enfrentarse a sus problemas.
“Hay que criar para la autonomía. En Puerto Rico [a los niños] se les protege demasiado y se les impide participar, tomar decisiones y ejercer su criterio”, destaca al tiempo que asegura que esto lleva a la rebeldía de los menores y, por extensión, a problemas sociales y políticos al cargar con el imaginario de que no pueden tomar decisiones sin que otros las aprueben.
Y este rol de la crianza y la maternidad no solo recae en las madres, sostiene Rivera, sino que “las mujeres y los hombres tienen las mismas capacidades intelectuales” para educar y formar a los hijos.
“La relación que se establece entre un niño que nace y la madre o la persona que desea criarlo es importante en los primeros siete años. Según la calidad de la empatía que se le brinde, definirá el futuro de estos niños”, destaca la socióloga. Los menores tienen que desarrollarse en un clima lejano a la adversidad, puntualiza.
Marcia Rivera está muy clara en un aspecto en cuanto al tema de la maternidad: “La sociedad sería mejor si no reproducimos los roles que fomentan prejuicios”.
Prejuicios que, explica, provienen de principios del siglo XX cuando las campesinas comenzaron a llegar a la ciudad y empezaron a anhelar ser como la mujer de la clase adinerada y religiosa que se quedaba en la casa atendiendo a los hijos.
Anterior a esto, la mujer puertorriqueña —durante el régimen colonial español— estuvo a cargo del trabajo agrícola, así como del hogar de sus hacendados. Siempre trabajando porque la familia era sinónimo de producción, expone Rivera.
Igual con la invasión de Estados Unidos, cuando la mujer es echada de la hacienda, es forzada a construirse una chocita en las periferias y se ve en la necesidad de inmiscuirse en la industria de la aguja y el tabaco.
“El peligro es que el fundamentalismo religioso ha adoptado que las mujeres son mansitas y el hombre es el jefe del hogar. Las mujeres deben quedarse en el hogar y que todos los problemas en el mundo son por culpa de que las mujeres salieron al mundo a trabajar”, asegura la experta.
Datos del Censo de los Estados Unidos (2010).
Con Rivera coincide Amárilis Pagán, quien crió a sus tres hijos —Isadora, Jaime y Sebastián— sola. Aunque ha tenido parejas que la han acompañado en el proceso, Amárilis dice ser celosa, por lo que para sus hijos su única madre es ella, dice entre risas.
Para Pagán, hay gente que pretende que, a cuenta de la maternidad, “las mujeres seamos el personaje secundario de nuestras propias vidas. De repente el rol protagónico le pertenece a los niños y a las niñas”.
“La sociedad no nos la hace fácil”, suelta en lo bajo Pagán, quien actualmente es la directora ejecutiva del Proyecto Matria. “Yo no me arrepiento de ser mamá”, añade y recobra el mismo todo de voz. “Pero reconozco que ser mamá y criar mayormente sola te impone unas cargas adicionales que hace que por las noches llegues a la cama literalmente gateando del cansancio”.
Asimismo, destaca que criar hijos en solitario, hace que “oportunidades que hubieses podido aprovechar en una sociedad más igualitarias las tengas que dejar pasar para trabajar con tus niños y niñas”.
Según la activista de derechos humanos y abogada, la decisión de quedarse en el hogar y reproducir el estereotipo es válido, siempre y cuando, sea de manera libre. Libertad que también cuestiona puesto que desde pequeñas a las mujeres se les “socializa para ser mamá, los regalos de Navidad, de cumpleaños, son muñecas, cocinitas, cochecitos”. Pagán apunta que la libertad tiene que ser real, sin expectativas sociales o familiares de que las mujeres deben parir y criar.
Al mirar los datos del último Censo de los Estados Unidos en 2010, solo el 45% de las familias —unos 619,876 hogares— están compuestos por la composición familiar tradicional, entiéndase, mamá, papá e hijos.
Sin embargo, Rivera va un poco más allá y señala que, según los datos del registro demográfico, el 65% de los niños y niñas nacen fuera del matrimonio.
“Así que estamos diciendo que hace décadas, las familias tradicionales, como las definen ciertos grupos en Puerto Rico, no son la mayoría”, destaca.
Por esta razón, la abogada entiende que tanto niños como niñas, desde la infancia, deberían educarse para elegir el rol que prefieran ejercer en su adultez. En específico, educar para el respeto y la compresión de las diversas estructuras familiares que existen.
“Niños y niñas deberían entender lo que implica criar otros seres humanos pero que también aprendan que hay que educarlos más allá de los roles tradicionales. A los niños hay que enseñarlos a querer, a expresar emociones. Hay que educar para la equidad desde la infancia”, menciona la licenciada mientras lamenta la eliminación de la Carta Circular del Departamento de Educación que viabilizaba una enseñanza con perspectiva de género en las escuelas públicas del País.
Educar más allá de estereotipos
Entonces, ¿afectará sicológicamente que un niño o niña no posea el rol materno de una mujer?
La respuesta para José González, sicólogo académico-investigativo, es sencilla: No.
Que el rol materno sea femenino no es un elemento “sustancial o súper necesario para una persona porque no necesariamente tiene que ser así”, pues, sicológicamente el papel lo puede ejercer un padre, abuela, hermano, tía, o cualquier otra personas que le brinde amor y cuidado a los menores.
Aunque los entrevistados aseguraron que sus hijos nunca han recibido violencia alguna en las escuelas o colegios, esa quizás no es la norma. ¿Qué sucede con estos pequeños a los cuales no se les valida su núcleo familiar? ¿Qué sucede con los niños que no se identifican con estereotipos familiares con los cuales aprende a leer con la familia de Tito, Rosa, Pepín y Mota?
“En el caso de un niño que no tienen las herramientas y los mecanismos emocionales para defenderse y tampoco para entender por qué él es distinto a los demás, sin lugar a dudas le va a afectar en cómo se concibe a él mismo”, dice González.
Y es que, según el sicólogo, todo ser humano necesita validación, si nadie a tu alrededor reconoce como válido, creíble o que tiene valor, algo que tú llevas a cabo, “es muy difícil que por ti mismo le puedas dar valor. Para todos los efectos tú serías como el loco de la película”.
Esto sucede debido a que nosotros le damos sentido a la vida en función de las estructuras que nos inventamos y creamos, “entre ellas, la familia”, explica el experto.
Por esta razón, sostiene que es importante que los niños y niñas creen vínculos afectivos saludables con sus cuidadores para cuando un compañero o un maestro traten de invalidar su estructura familiar el niño no se afecte emocionalmente.
“En mi visión de mundo, yo creo que educar basados en la dignidad humana, es decir, en que todo el mundo tiene el derecho a que su proyecto de felicidad en la vida se pueda cumplir. Que la sociedad sirva de medio para que tanto tu proyecto de ser feliz, como el mío, sean posibles. Una sociedad donde sea más fácil poder ver todas las permutaciones que permiten los seres humanos”, idealiza el sicólogo sin descartar la perspectiva de género como una herramienta básica para combatir el discrimen.
Esta educación con perspectiva de género abriría el camino para no ser bombardeados las semanas previas al Día de las Madres con publicidad casi exclusiva de familias tradicionales donde los regalos que predominan son artefactos que facilitan las tareas domésticas del hogar.
“No creo que se deba eliminar el Día de las Madres, pero sí entiendo que debe haber diversidad incluida ese día reconociendo que la madre no es solamente la que pare y no es necesariamente la que tiene un hijo”, concluye el González.
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