(Ricardo Alcaraz / Diálogo)
Martín García-Rivera se encontraba en el salón de grabado, en el segundo piso del Departamento de Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras. Había terminado de impartir un taller y dialogaba con dos de sus discípulos. Cuenta dos anécdotas con tono de gracia, la misma que tanto lo caracteriza.
A pesar de la sequía, hoy llueve. Saca sus materiales de trabajo. Comienza a demostrar cómo realiza sus obras de arte. Su concentración es extrema. Explica su técnica para agarrar sus herramientas y aclara que eso lo distingue del resto. Continúa haciendo surcos. El sonido de la cámara no lo desconcentra.
En ese momento es que se devela todo su talento y sale el artista, el grabador, el hombre que con sus manos puede plasmar al ser humano, y a la cultura puertorriqueña, de una manera tan real como irreal al mismo tiempo. No es otra cosa que la vivencia pura de un pueblo que busca decir algo: como sus obras.
Si algo distingue a Martín García-Rivera, artista gráfico y catedrático de la Universidad de Puerto Rico, es el amor: por su trabajo, su familia, la enseñanza y por su Patria. Este mismos sentimiento, junto con su indudable talento, lo han llevado a ser galardonado con el Premio Especial del Rector de la Academia de las Bellas Artes de Breslavia, en el evento más importante de grabado -la Trienal Internacional de Grabado de Cracovia, Polonia-.
La figura humana, eje de sus obras
Aprovechó y criticó eventos que están surgiendo en Puerto Rico, como la Trienal Poligráfica que sustituyó la Bienal de San Juan, por ser exclusivos, clasistas, esnobistas y no inclusivos. “La Trienal Poligráfica siempre va con un dirigismo cultural, con una temática, y quien no se acoja a esa temática está fuera, no entra”, explicó con un tono alterado y lamentó estas faltas democráticas y la exclusión del concurso.
“La nacionalidad hay que reflejarla, eso es lo que distingue una obra de arte. ¿De qué más yo puedo hablar, qué más yo puedo decir sino es mi Patria, sino es mi gente, sino es lo que yo he sido y soy, lo que siento y padezco?¿Qué más yo puedo hacer sino es por mi Patria?”, finalizó con un gesto de orgullo tocándose el pecho.
“Me sentí como un perrito con dos rabos”, expresó el artista, con su acostumbrado sentido del humor, al enterarse de que había sido escogido para la trienal. En esta edición 2015, solo fueron seleccionados tres participantes de América, dos argentinos y el nuestro, Martín García-Rivera.
Aunque siempre hay puertorriqueños participando en eventos internacionales de grabado, los nuestros, deben sobrepasar obstáculos políticos y económicos para poder destacarse en el exterior.
“Nosotros no tenemos cuerpos consulares como otros países, estamos desprovistos de una representación económica”, señaló García-Rivera, quien aprovechó para agradecer a María de los Ángeles Castro, decana de la Facultad de Humanidades y a Carlos Severino Valdez, rector de la Universidad, por ser sus únicos auspicios.
“Yo estoy bien contento porque a mí me reconocen mucho por la xilografía, el grabado en madera y a gran escala […] pero este premio ha sido por la técnica de intaglio al buril y en una escala más reducida, más íntima”, expresó el profesor, quien ha recibido premios en Canadá, Rusia, Egipto, España, República de Macedonia, entre muchos otros.
Este premio no hace que a Martín García-Rivera se le suban los humos, todo lo contrario, “me pongo más ‘fiebrú’, me pongo con mayor ánimo para seguir haciendo mi obra”, dijo con una sonrisa en su rostro, mientras miraba las piezas ganadoras: Guiados por el olfato, Libar con sus presas, Mucho en común y Fuera de alcance.
Sus comienzos…
Este arecibeño, nacido en 1960 en Barrio Obrero de dicho pueblo, siempre ha tenido los pies en la tierra y ha cultivado el amor por su Isla, el mismo que trata de trasmitir a sus estudiantes.
Siempre ha dibujado, pero a los 16 años, en la escuela superior Trina Padilla de Sanz de su pueblo natal, tomó la primera clase con el maestro Roland Borges, quien influyó grandemente en su vida y fue de gran beneficio para su carrera artística. “El arte llegó a mí”, destacó.
Y así, decidió realizar un bachillerato en Artes en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, donde conoció a Luisa Géigel y a Dennis Mario Rivera, con quien se pulió en grabado y entabló una gran amistad.
Luego, se fue a Brooklyn a realizar la maestría en el Pratt Institute. Allí aprendió de los maestros Vasilious Toulis y Walter Rogalski. Visitaba muy frecuente el Printmaking Workshop en Manhattan donde conoció a Bob Blackburn y al puertorriqueño Diógenes Ballester. “Nueva York es otro barrio de Puerto Rico […] allá siempre estuve en contacto con la cultura puertorriqueña de la diáspora”, mencionó.
En 1988 regresa a Puerto Rico, atraído por el amor de Teresa Meléndez Padilla, con quien se casó y a la que considera su mano derecha y su complice. Han procreado dos hijas, la mayor de 22 años y la pequeña de once.
En la Isla, voluntariamente, se hace discípulo de Lorenzo Homar, “al principio era un monólogo, era escucharlo hablar por horas. Luego se fue tornando en conversaciones […] hasta llegar a ser una relación de un abuelo sabio con un nieto”, confesó.
“Lo que uno aprende de los maestros es la vida del arte, cómo han vivido, qué han buscado. Y uno aprende a conocerse uno mismo a través de ellos”, destacó, mientras recordaba a sus mentores Carlos Raquel Rivera a quien llamó, “el gran mago divino” y a José Rosa Castellanos, “un divino loco, con la locura de la creatividad”.
Por eso, decidió entrar a la cátedra, porque así lo recibió. “Aún dando, se recibe, y a veces, se recibe más”, puntualizó el profesor que en 1988 comenzó a trabajar en la UPR de Humacao y posteriormente, en 1993, se trasladó a la UPR de Río Piedras donde actualmente funge como catedrático asociado del departamento de Bellas Artes.
Siempre le inculca a los jóvenes, que un artista lo es todos los días. Que hay que trabajar mucho y hay que dedicarse. Además, les puntualiza, que donde quiera que estén siempre aprovechen la oportunidad para sacarle provecho a su arte, a tomar nota de la vida, de lo que ven, pues el discurso sincero de las obras siempre llega a la gente.
(Ricardo Alcaraz / Diálogo)
“Mi ritual [para realizar las obras] viene cargado de muchos años, de estar por ahí siempre tomando apuntes. Yo he acumulado un caudal de imágenes y de asuntos que ahora salen”, explicó el grabador. También señaló, que sus obras son el reflejo de su infancia, pero en especial la de sus dos hijas, pues, comparándose con una frase de Picasso, esto le ha ayudado a encontrarse de nuevo en la frescura de un niño.
Martín García-Rivera define sus obras como un escenario de teatro. Las figuras humanas son el eje de sus obras y son tan coloquiales y comunes como extrañas. Tienen elementos de algún lugar conocido, pero a la vez desconocidos, “es un ‘revolú’ que revoluciona, diría Tufiño [Rafael Tufiño Figueroa]”, añadió el profesor de dibujo y de grabado en madera y metal.
Las figuras que representa en sus obras son tan reales como irreales. Hay una realidad pero a la vez una irrealidad, son imprecisiones lo que plasma pero siempre con ritmo, desde bolero hasta música africana. Con mezclas de culturas, tanto centauros como matas de plátano y cemíes, desde Goya hasta Ramón Frade. Pero siempre contando una historia, unas vivencias, una representación, y por eso, el esmero de ponerle títulos que ayuden a la narración.
“Yo sencillamente vivo. Es un juego, un juego de lo que somos, estoy reinventando lo que somos. Es una magia. Quizá exagero pero hay muchas cosas simbólicas”, explicó Martín García, quien además le gusta la música y tocar percusión.
Sus obras han sido exhibidas en Puerto Rico y en países como: Argentina, Japón, Bulgaria, Suecia, Tailandia, Francia, Italia, República Checa, Portugal y muchos otros.
Al Gobierno
Gracias a sus obras, Martín García-Rivera ha asistido a múltiples eventos internacionales y señala que el gobierno de Puerto Rico tiene que ofrecer más apoyo a las artes, “la cultura es una plataforma económica tremenda que ellos no ven y pudieran aprovechar”, señaló.
“El Gobierno debe empezar a inculcar las artes y la cultura desde pequeños […] Son muy tontos, no hay una política cultural”, sentenció con cierto pesar.
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Versión original del publicado en Diálogo.