Nos crean un ambiente de “democracia”, de voz y voto, pero lo que menos quieren los políticos y poderosos de Puerto Rico es la participación ciudadana en los asuntos del país. Ellos prefieren que opinemos y nos expresemos, todo lo que queramos, en las redes sociales, en los blogs, en el Facebook o Twitter, pero que no nos entrometamos en “sus asuntos”, que también son nuestros asuntos. Si esto no fuera así, ¿por qué los poderosos no avalan las huelgas de los universitarios o las manifestaciones de la comunidad LGBT (con todas las demás siglas que le siguen añadiendo: Q (queer), Q (questioning), I (intersexual), I (intergénero), T (transgénero), T (tavesti), A (asexual), A (aliados heterosexuales), O (omnisexual), P (pansexual), P (poliamorosos) y si sigo por ahí acabo con el abecedario completo)?
El Estado necesita controlarnos, según Thomas Hobbes, para esto surgió. Hobbes sostiene que el ser humano es egoísta y malo por naturaleza y por tal necesita el Estado, porque sin él se destrozarían los unos a los otros. Pero el Estado ha tomado este papel muy en serio, tanto así que nos manipula, nos engaña y nos maneja a su antojo.
En Puerto Rico, por poner un ejemplo, el Estado sostiene el matrimonio como un ideal para recibir muchos beneficios ante la Ley. El Estado trata de encasillarnos a todos en ese esquema que ya hemos visto que cada día está más en decadencia, y la “comunidad LGBT” en vez de levantarse y tomar La Carta de Derechos que estipula: “La dignidad del ser humano es inviolable. Todos los hombres son iguales ante la Ley”, pues no, ellos siguen cayendo en el mismo juego del Estado de quitarnos nuestros derechos, de homogeneizarnos, de etiquetarnos, de estipular no “normal”, de no aceptar que todos somos diferentes y que tenemos necesidades diferentes. Es cierto que el matrimonio es un ideal bastante arraigado en nuestro ser puertorriqueño, pero si queremos un verdadero cambio social hay que desapegarnos de lo bonito y lo tradicional.
Jean-Jacques Rousseau escribió: “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. Rousseau fue muy influyente en la Revolución Francesa que dictaba Libertad, Igualdad y Fraternidad que es lo que se necesita en Puerto Rico, pero una verdadera, no como la “democracia” encadenada que tenemos. “Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes”, afirmaba Rousseau en El Contrato Social.
Necesitamos construir nuevas utopías, nuevas formas de hacer valer nuestros derechos sin caer en espectáculos mediáticos, ni politiquerías. Muchos dicen que con la educación se logra, en parte sí, pero dependería de muchos factores: quién le enseña, qué le enseña, dónde le enseña, qué aprende el alumno y muchas otras. Lo que sí se debería educar es para que las personas se interesen por otras cosas que no sean los programas de farándula o como diría Vargas Llosa, en espectáculos, periodismo light o información para entretener, que lo que conduce es a vivir de imágenes y no de la realidad. Esa educación sí valdría la pena.
Pero en realidad lo que ayudaría para un verdadero cambio social es la acción política. Una acción política verdadera, la cual contenga expresión libre y verdadera participación de varias posturas/ideales para obtener una verdadera democracia. Obteniendo esto lograríamos una buena educación desde los primero grados llena de valores constitucionales como: la dignidad e igualdad para con los seres humanos, no discriminar, poder aceptar la diversidad, de fomentar la participación, de respeto y de libertad. Es posible un cambio social si como individuos nos damos cuenta del poder que tenemos y hacemos que el Estado cumpla y haga valer nuestros derechos.
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